CAPÍTULO 3
Un día Mayra no se percató y preguntó algo que incomodó a su madre: – Mamá, ¿Qué te pasa a veces que te vas a llorar?
Nada hija – dijo Penosa- son momentos en que recuerdo el pasado, “cosas de antes” mi hija.
Así pasaron los años hasta que las niñas se
convirtieron en adultas. Mayra de 24 años y Ladia de 23, estudiaban arduamente en una universidad nacional.
La vida no fue fácil para Penosa. Muy joven ella empezó a trabajar como secretaria en un estudio jurídico. Tenía que servir el café, agua, tereré, entre otras cosas, ya que no podía ir a la universidad, ni pudo pensar en eso.
Pero la joven Penosa era muy soñadora. Ella quería casarse y tener un esposo e hijos. Soñaba despierta muchas veces. Pero esos sueños ahora se habían esfumado. Ahora Penosa no quería que sus hijas “sufrieran” como ella. Porque para Penosa “amar fue sufrir”.
Mayra era una hija muy respetuosa, pero le dolía mucho la actitud de su madre hacia la vida. Ella por ser la hija mayor, cuidaba de su hermana Ladia, pero más tenía preocupación por las ideas de su madre.
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